Y yo, ¿puedo ir al cielo?
Alguien dijo que pronunciar el nombre de Catalina era empezarse a reír. Su sentido del humor, su ser extrovertido, su capacidad de alegrar la vida a los que tenía alrededor eran rasgos muy propios de la personalidad de Catalina.
Sin embargo, en los pliegues de esa sonrisa y de ese chiste gracioso se esconden, desde los inicios de su peregrinación por esta vida, dolorosas experiencias que la convertirán prontamente en una chica fuerte y madura.
Hasta que, llegada la adolescencia, las circunstancias de la vida y las opciones libres la posicionaron en un estado de ambigüedad, confusión, desorden moral...
Pero, de los escombros, puede Dios hacer resurgir un santuario de vida espiritual. A una vida oscura y tenebrosa puede enviar Dios un rayo de su Luz convirtiéndola en un foco de luz potentísima para alumbrar otras vidas.